miércoles, 26 de marzo de 2014

A.L.E.X


Dame tu mano y volvamos a volar, sobre este interminable rio, que termina en torrente de cascada y no en sinuosos deltas o meandros.
Quererte es así, pasión infinita, saber cómo  sabe tu sexo y acariciar tu pecho, es así  como es quererte en la distancia de un recuerdo.
No saberte capricho del deseo u oasis en mi camino, me trae mil dudas, pero sólo algo permanece desde el primer beso y es el ansía, ansía de conocerte, de saborearte y desentrañar los misterios que esa noche tu mirada me desvelaba en destellos y contradicciones.
Solo el tiempo dirá si eres para mi o para el recuerdo, si alzarás mi corazón a los cielos o si jugaras con él cual titiritero.
...Peregrina de las Estrellas...

Marea



La marea lo arrasa todo a su paso, fuerte y firme como nunca, no desespera, no decae, es interminable. Cuan fiero guerrero, se alza al fuerte oleaje el marinero dejando familia y sueños, dejando el corazón, alejando la ilusión.
Viajo por mar y tierra buscando una buena poesía que hinche el alma y que no sea regurgitar palabras sin sentido en un papel en blanco.
Que me ilumine tu mirada cada mañana, que me despierte tu risa en manglares y desiertos, por encima de las nubes donde sólo las estrellas, frías y titilantes, nos observarán en nuestro baile privado de mascaras, en nuestra vendetta contra el mundo, nadie nos volverá a juzgar.
Al fin libres.

...Peregrina de las Estrellas...

"-ar"



Ansía es la razón que me lleva a desesperar.
La desesperación  es la razón de no escuchar.
Escuchar tu despertar,
 sentir tu murmurar,
 y al final explotar,
 en el sin sentido de tu ausencia,
 en el silencio de tu mirada,
 en tu boca vacía de la mía,
 y tus manos que ansían encaminar
 a mi cuerpo y acariciar,
 mesar,
 besar,
 subyugar,
 arrancar mi gemir y llorar,
 de alegría por el singular
 de mi afecto al tuyo,
 sin igualar al pesar,
 de no hallar tu mirar.
Y en esta habitación llegar a pensar,
 que el amor está al llegar,
 mas en vano es esperar,
 lo que nunca sabes sin algún  día poseerás.
...Peregrina de las Estrellas...

Comisura



Recuerdo tus besos y caricias, tu mirada......recorriendo mi alma, desnudándola, toda para ti.
Siento tu sonrisa en la comisura de los labios, el sexo ansioso e hinchado.....tu humedad y mis ganas.
Intento no acordarme de ti, no pensarte, que tu risa y aliento no estremezcan mis piernas, que mi corazón no repiquetee como si fuera un día jubiloso en las campanas de mi tierra.
Si fueses un sueño no podrías ser mas perfecto con todas sus imperfecciones.
Vine al mundo para amar, permíteme hacerlo una vez más, eres una gacela y yo tengo hambre.
...Peregrina de las Estrellas...

lunes, 25 de marzo de 2013

Evanescencia



Evanescencia


“Se fundió en un beso. Todo había desaparecido, los fantasmas, la sangre, el miedo, la tristeza, en fin, la desidia.

Se hundió hasta el fondo de sus pensamientos incluyendo la idea de huir, alejarse de todo, volar por el indescriptible mar infinito de sus ojos negros.

Se perdió en los recovecos de lo oculto, de lo siniestro, de la amarga hiel del revés de su alma, el translucido de sus pecados.”

Con estos sentimientos murió, sentí que su alma se elevaba por encima de su cuerpo, lo observaba y se fundía en la negrura de la noche. No sufrió, solo se dejó llevar. Ninguna marca en su delicado cuello. Todo había pasado, la sed de sangre se desvanecía, solo el calor de la suya inundaba cada poro, cada nervio, cada musculo, recobrando mis fuerzas después de un ayuno de 50 años, ¡cuan lento se hacía volver a ser lo que fui! El mundo era muy diferente, yo solo sabía de él lo poco que me dejaban ver, sumida en un sueño profundo a la fuerza, los poderes mesmericos de mi “enemigo”, habían mermado, quizá esa vieja chocha se había muerto, por fin, después de 150 años estaba bien, ¿no?

Me presentaré, queridos, suelen denominarme Raven, autoimpuesto por desconocimiento de mi nombre y vida humanas, no soy más que un sueño, un fantasma, una quimera idealizada para unos cuantos, solo ansío la sangre. Y cómo sea yo físicamente no tiene importancia. Imagíname, querido lector, como bien gustes, rubia, morena, pelirroja….alta, baja, delgada, gorda….puede que más adelante lo descubras, si es mi deseo el destaparlo, solo diré que adoro a las mujeres, las ansío, y por desgracia también su sangre, mas hay hombres y mujeres malvadas, de corazones tenebrosos, que merecen morir y así lo hacen en mis brazos, en mis pechos e incluso en mi cama.

La ciudad me reclama, andando por las vías principales encuentro gente de toda clase, putas, estafadores, policías corruptos, monjas folla-curas, iluminados, vampiros, licántropos, duendes, hadas…..vamos toda clase de seres, hasta un incubo, ¡ja, ja, ja, ja! Su mirada lasciva me incita, pero es mejor no beber la sangre de un incubo, ¡os volveríais locos!

Queridos lectores, con esto os digo que no estamos solos, somos muchos y estamos por todas partes. Aunque, vampiros, ya no hay tantos, solo vi a dos, y huyeron despavoridos al sentir mi aura negra. Disculpadme ¿acaso creíais que ibais a leer las andanzas de una vampiresa desvalida o una damisela ansiosa de juventud eterna, quitarse las bragas ante un neófito del tres al cuarto? Pues no, aquí no hallareis esa clase de lectura, solo lo que a mí se me ocurra contaros, pues no sabríais si es verdad o mentira aunque os lo mostrara en las narices. Me agotáis los mortales, mucho, y ¿los “inmortales”?, aún más, por esa cuestión, solo bebo sangre humana. Al menos entre los vuestros, siempre, encuentro alguien a quien incordiar o salvar, o degollar, ¿quién sabe?, Cuando estas por encima de la ley humana puedes hacer muchas cosas, lo moral o amoral se vuelve un juego de niños, mas tu conciencia, ¡ja! Esa no puedes acallarla con sangre, ni vino ¡ni putas!

Os contaré a continuación la muerte de la bella mujer que yace a mis pies, su nombre es, perdón, era Carla. Alta, 1’80 aproximadamente, pelirroja, labios rojos, tanga rojo, ligas rojas y sujetador a juego, un abrigo negro de cuero la cubría, era puta, era una asesina, merecía morir.
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Crecí y viví entre putas, asesinos, delincuentes y yonkis.

Desesperada por encontrar el padre que nunca tuve. Cuando niña, me cuidaron dos ancianos, no eran mis abuelos, no eran nada mío, pero me cuidaron, me educaron y se murieron. Estuve con ellos hasta los 13 años, fui a la escuela, pero cuando murieron el “estado” se hizo cargo de mí. Pasé los siguientes 2 años de casa en casa, de ciudad en ciudad, nadie me quería, casi todos me pegaban y unos cuantos se llevaron cortes en ciertos sitios, así que, me escapé.

Y encontré en la calle, las drogas, los delitos, la fiesta y la prostitución la salida para todos mis problemas, la evasión final, lo amoral. Siempre quise ser puta, pero de las de lujo, follarme a mil tíos y ganar un montón de pasta. Pero la cosa se torció y acabé chupándosela a un chulo de tres al cuarto en una bonita y horrible ciudad. Al menos aunque no follaba con ricos, no eran pobres del todo, me compensaba, y si alguno se pasaba, él se ocupaba de “arreglarlo”. Hasta que me harté de sus palizas, insultos y vejaciones, le maté, no me arrepiento y si tuviera que hacerlo otra vez, lo haría. Ese, hijoputa, no merecía piedad, le dejé tirado en la cuneta como a un perro, sollozo, gimió, suplicó se arrastró como la puta que en realidad era, él era la puta. Seguí mi camino, en otra ciudad, y allí aprendí que hay que volver y solucionar los problemas del pasado, sabía que por matar a Cristhofer, ese sueco mamón, sus compinches irían tras de mí, así que me armé hasta los dientes y fui a darles caza, como si fuera una jodida pistolera, pero no se lo esperarían, no de una mujer, no de una puta, y había pasado el suficiente tiempo como para cambiar de aspecto, aun así, me conocían bien.

El primero, estaba follando con su amante, un varón, no me sorprendió, sabía desde hacía mucho que era maricón, les pegué a los dos tres tiros, dos por la espalda, uno en la nuca, dos en el pecho y uno en la frente. El segundo fue más difícil de encontrar, ya sabía que el otro había muerto, lo más gracioso de todo es que se había unido y  atrincherado, los dos juntos, en la misma cabaña en la montaña. Perfecto para mi, para mi plan, ¡dos pájaros de un tiro! Me colé en los bajos de la cabaña, estaban huecos por las alimañas que allí anidaban en invierno, ahora estaba vacío, o eso esperaba, lo llene todo de gasolina, y otros acelerantes más explosivos, puse una mecha bien larga, empapada por si las moscas, ¡y qué coño! ¡Quería verles arder! ¡Quería que sufrieran!

Me coloqué a unos cien metros, encendí la mecha y salí corriendo montaña arriba, deprisa, deprisa, me decía a mí misma, llegué a un saliente, lo escalé, y cuando me senté, para mirar hacia atrás, una explosión retumbó por todo el valle y la onda expansiva, que vino inmediatamente después del estruendo, me tiró al suelo, dejándome desorientada y con un pitido y dolor agudo en los oídos, casi no lo cuento.                                                          

Se me hizo de noche, desperté y oí sirenas en la lejanía, corrí de nuevo, mi error fue no fijarme por donde iba, me perdí en la oscuridad del bosque, sentía que algo me seguía, lo sentía desde hace meses, casi un año, algo mirando por encima de mi hombro. 

Siempre era una ilusión, siempre desaparecía a los pocos segundos, un pánico ancestral que me dejaba sin aliento, sentía que venía a por mí, por todo el daño que había causado.

Pero ya estaba lista, ya no tenía miedo, me había vengado de esos hijos de puta, nadie volvería a tratarme como una fulana, nadie.
-Me llamo Carla. - dije, sonriendo a esos ojos negros, sabía que no era una ilusión. - Gracias. Sentí su aliento en mi cuello y después, nada.
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¿Os ha gustado queridos?   Este solo es el inicio de una aventura, el inicio de algo grandioso, de algo esplendido, una nueva etapa en mi inmortal vida.

Ahora tengo la ciudad a mis pies, tengo vuestros corazones y almas hambrientas de mí, y yo también tengo sed de las vuestras. ¿Quién no ansia dormitar suavemente entre unos pechos suaves y cálidos? ¿Quién no ansia ser amado hasta morir? ¿Quién no moriría por amor? ¡Ja, ja, ja, ja!

Me despido sin más dilación, más adelante decidiré si seguir publicando estas “memorias” o, sin embargo, desaparecer entre las sombras. Hoy estoy cansada, esa maldita vieja me dejó más débil de lo que pensaba, he llegado a casa, y necesito dormir, descansar, mañana saldré otra vez, en esta ocasión no esperaré tanto para comer, pero esa ¡maldita bruja!, me ha hecho dormir un año, nada más, contanto que la última vez dormí por tres años, esta vez será menos tiempo y me dará margen para actuar, para buscarla.

Adiós queridos.


...Peregrina de las Estrellas...

sábado, 10 de noviembre de 2012

La pradera II







La pradera II

Las nubes en jirones se alzaban sobre las olas negras, con su resplandor la luna hacía refulgir la espuma, el mar picado parecía querer tragárselo todo, nada había excepto aquella negrura rota por los grises, pero en el fondo se podía vislumbrar un débil y titilante resplandor.Todo negro. Solo una chispa. Todo agua y en el fondo una ciudad hercúlea,  bordeada en toda su inmensidad por un bosque también colosal, excepto por una sola entrada en la que se ubicaba un inmenso arco, sin puertas, sin guardia, nada parecía tener sentido allí. Miles de humanos, rodeados de luz, ¡no! , la luz los envolvía, refulgía de su interior, vivían, hablaban, convivían, amaban, en la ciudad de luz. Porque no solo los humanos brillaban cual luciérnagas en una noche estival, si no que todo centelleaba, como una pulsación nacida del más impenetrable de los recovecos.

Algunos incluso se besaban, otros gritaban algunos arrastraban algo negro tras de si, como la estela de un barco. Unos eran altos, desmesuradamente altos, otros cual hadas se movían entre los demás esparciendo alegría y éxtasis, unos pocos eran bajos, regordetes y todos tenían los ojos negros, su luz era tenue casi exangüe. Caminé durante horas, tal era la sensación de quietud, de orden imperecedero, muchas cosas vi y oí pero ninguna como dos amantes en su delirio, postrados en el suelo y retratados eternamente cual fotografía.  No podían verme, me movía entre ellos como una sombra, aunque  más bien parecía como si poco a poco la luz se me fuese pegando, adhiriendo a la piel. Me sentía bien, todo  empezaba a cobrar sentido, como si hasta ese momento hubiese estado durmiendo y me levantase de la peor resaca que jamás hubiera tenido. Todo era luz.


Todo era luz. Solo una duda. Todo se desvaneció. Huyó.


Todo era frío, sentía el peso de mi cuerpo, la piedra dura y aún más fría que el aire que me rodeaba. Estaba  postrada en el suelo, podía oír el mar pero mi mente no asimilaba que ya no estaba dentro de él. Me levanté y me dirigí hacia la arena, estaba en la cima de un montículo de aproximadamente veinte metros cuadrados de superficie y otros veinte o quizás más de descenso hasta la playa, era de granito, como si llevase allí en ese mismo lugar decenas de eras, esperando, paciente el fin del tiempo. La arena era de un color oscuro, pero parduzco, su aspecto era de limo y su tacto tanto o más repulsivo, había decenas de huesos de muchos tamaños y millones de conchas poblaban la playa. Parecía un cementerio o lugar sagrado para los animales del mar y de la tierra, no comprendía qué hacía yo allí, era todo muy confuso. Anduve largo y tendido hasta hallar un sendero que se internaba tierra a dentro, tuve miedo y dudé pero seguí adelante, la maleza me rodeó nada más traspasar la línea de playa, los arboles parecía que se me echaban encima, queriendo impedir mi avance, mas era inexorable y apremiante que siguiese adelante costase lo que costase, un deseo recién descubierto en mi espíritu que lo parecía abarcar todo me instaba a seguir. Por fin se acabó mi deambular, una inmensa puerta suspendida en medio de la nada, la cual pareciera que encajara a la perfección en los arcos de la ciudad de luz, no tenía la menor idea de cómo las atravesaría pero anduve decidida a ella, casi tropezando con mis pies cansados al principio hasta convertir mi trote en la más apremiante de las carreras, como si el mismísimo diablo fuera tras de mí, me lance hacia ellas esperando destrozarme la crisma en el intento.


Una idea iluminó mi mente, todo era luz, si lo creía de veras, todo era luz.


El calor volvió a inundarme, pero sentí dolor, había tenido ese sueño extraño, en el revelada la mejor de las epifanías, pero sentía dolor, en el pecho, algo me oprimía y tenía que librarme de el, si no no podría ver el maravilloso mundo que había tras la puerta, esta parecía alejarse más y más.

¡Todo es luz! ¡Maravillosa luz! Ya no tengo dolor, la gente me abraza, ya estoy en paz.Pero un día regresaré y sentiré de nuevo ese inquebrantable deseo de búsqueda dentro de mí.



...Peregrina de las Estrellas...

viernes, 10 de febrero de 2012

Renée Vivien






Te arrojaba la sombra efluvios de agonía.
El silencio se hizo turbador y anhelante.
Escuché un susurrar de pétalos rosados.
Lirio entre lirios, blanco, se me mostró tu cuerpo.
Sentí de pronto indignos los toscos labios míos.
Mi alma cumplió un sueño conmovido: posar
en tu encanto, que sabe retener tanta luz,
el tembloroso hálito de algún místico beso.
Desdeñando los mundos que el deseo encadena,
gélida mantuviste tu sonrisa inmortal:
Sobrehumana y extraña resiste la Belleza
y exige la distancia radiante del altar.
En torno a ti, esparcidos, sollozaban los nardos
y tus senos se erguían, intactos y orgullosos.
Quemaba en mi mirada el doloroso éxtasis
que oprime en los umbrales de la divinidad.
 
El cohete
 
Vertiginosamente volaba a las estrellas.
Mi orgullo degustaba el triunfo de los dioses.
Desgarraba mi vuelo, jubiloso y nupcial,
Las tinieblas de estío como velos muy tenues...
Con fugitivo beso de himeneo, fui amante
De la Noche de pelo cuajado de violetas.
Las flores del tabaco me entreabrían sus cápsulas
De marfil donde, tibio, dormía algún recuerdo.
Vislumbraba más alta la Pléyade divina.
Ascendía...Alcanzaba el Eterno Silencio.
Entonces me quebré como un loco arco iris,
Arrojando fulgores de oro, de ónice y jade.
Fui el relámpago extinto y el sueño destruido.
Sabiendo del ardor, del esfuerzo en la lucha,
Del vencer, del espanto monstruoso de caer,
Fui la estrella caída que se apaga en la noche.
 
Tus pupilas azules, tus entornados párpados,
encubren un fulgor de confusas traiciones.
La emanación violenta, maligna de esas rosas
me embriaga como vino donde duermen venenos.
 
A la hora en que danzan, dementes, las luciérnagas,
y asoma a nuestros ojos el brillo del deseo.

En vano me repites las palabras de halago,
y te odio y te amo abominablemente.
 
Para probar que aun más que a mí misma la amo,
A la mujer que quiero le ofreceré mis ojos.
Le diré en tono tierno, jubiloso y humilde:
-He aquí, amada mía, la ofrenda de mis ojos.
Te entregaré mis ojos que tantas cosas vieron.
Tantísimos crepúsculos, tanto mar, tantas rosas.
Estos ojos -los míos- se posaron antaño
En el altar terrible de la remota Eleusis,
En la belleza sacra y pagana de Sevilla,
En la Arabia indolente y en sus mil caravanas.
Vi Granada, cautiva vana de sus grandezas
Muertas entre cantares y
perfumes muy densos.
La pálida Venecia, Dogaresa muriente,
Y Florencia que fuera la maestra de Dante.
La Hélade y sus ecos de un llanto de siringa
Y Egipto acurrucado frente a la gran Esfinge.
Junto a las olas sordas que sosiega la noche
Vi tupidos vergeles, orgullo en Mitilene.
He visto islas de oro en templos perfumados,
Y ese Yeddo y sus frágiles voces de japonesas.
Al azar de los climas, las corrientes, las zonas
Incluso vi la China y sus rostros amarillos.
He visto islas de oro donde el aire se endulza
Y sagrados estanques en los templos hindúes,
Templos donde perduran inútiles saberes...
¡Te regalo, mi Amada, todo lo que he mirado!
Y regreso trayéndote cielos grises y alegres,
A ti que te amo tanto, la ofrenda de mis ojos.
 
En el azur de abril, en el gris del otoño,
Los árboles poseen una gracia inquietante.
El álamo en el viento se retuerce y se pliega
Cual cuerpos de mujer trémulos de deseo.
Su gracia es un desmayo de carne abandonada
Y murmura su fronda, al soñar se estremece,
Se inclina, enamorada de las rosas del Este.
Lleva el olmo en su frente una corona pálida.
Revestido de claro de luna plateado,
El abedul deshila su cambiante marfil
Y plasma palideces en las sombras inciertas.
El tilo huele a ásperas y oscuras cabelleras.
Y desde las acacias de lejana verdura
Divinamente cae la nieve del perfume.

 
Los Seres de la noche y los Seres del día
Se reparten, por turnos, desde antaño mi alma.
Los Seres de la noche me hacen temer el día.
Pues los Seres del día son triunfantes y libres,
Ningún horror secreto hace vibrar sus fibras.
Tienen el mirar limpio de los que nacen libres.
Los Seres de la noche, lentos, pasivos, dulces,
Tienen alma de río sosegado y oscuro.
Sus gestos son furtivos y sus risas son dulces.
Mas los Seres del día tienen pupilas claras,
De ese azul que ve sólo un águila en su cielo.
El día da esplendor a pupilas tan claras.
Son los vívidos ojos de héroes y de reyes
Del Norte, que se ríen en sus palacios gélidos,
De reinas cuyas almas dominaron a reyes.
Los Seres de la noche son cautos: en la sombra,
Fósforo misterioso se enciende en su mirada.
Los Seres de la noche sólo habitan la sombra.
Los Seres de la noche, débiles, deliciosos,
Hacen errar, pues son amantes fugitivos,
Amantes con entrañas pérfidas, deliciosas.
Desvían, en el beso, su muy frígida boca
Y flaquea su paso como en un gesto huraño.
Sólo se bebe un beso mentido de su boca.
Temerás la atracción de los Seres nocturnos.
Pues su cuerpo flexible resbala entre los brazos
Y huye: su amor es sólo mentira de la noche.