lunes, 25 de junio de 2007

...hermosura....


¿Quieres,hermosa mía, que ahora te hable del paraíso?

Entonces abre las piernas con la máxima dulzura.


...Peregrina de las Estrellas...

lunes, 18 de junio de 2007

Los ojos verdes (Bequer)


LOS OJOS VERDES


Hace mucho tiempo que tenía ganas de escribir cualquier cosa con este título. Hoy, que se me ha presentado ocasión, lo he puesto con letras grandes en la primera cuartilla de papel, y luego he dejado a capricho volar la pluma.
Yo creo que he visto unos ojos como los que he pintado en esta leyenda. No sé si en sueños, pero yo los he visto. De seguro no los podré describir tal cuales ellos eran: luminosos, transparentes como las gotas de la lluvia que se resbalan sobre las hojas de los árboles después de una tempestad de verano. De todos modos, cuento con la imaginación de mis lectores para hacerme comprender en este que pudiéramos llamar boceto de un cuadro que pintaré algún día.


I
-Herido va el ciervo..., herido va... no hay duda. Se ve el rastro de la sangre entre las zarzas del monte, y al saltar uno de esos lentiscos han flaqueado sus piernas... Nuestro joven señor comienza por donde otros acaban... En cuarenta años de montero no he visto mejor golpe... Pero, ¡por San Saturio, patrón de Soria!, cortadle el paso por esas carrascas, azuzad los perros, soplad en esas trompas hasta echar los hígados, y hundid a los corceles una cuarta de hierro en los ijares: ¿no veis que se dirige hacia la fuente de los Alamos y si la salva antes de morir podemos darlo por perdido?
Las cuencas del Moncayo repitieron de eco en eco el bramido de las trompas, el latir de la jauría desencadenada, y las voces de los pajes resonaron con nueva furia, y el confuso tropel de hombres, caballos y perros, se dirigió al punto que Iñigo, el montero mayor de los marqueses de Almenar, señalara como el más a propósito para cortarle el paso a la res.
Pero todo fue inútil. Cuando el más ágil de los lebreles llegó a las carrascas, jadeante y cubiertas las fauces de espuma, ya el ciervo, rápido como una saeta, las había salvado de un solo brinco, perdiéndose entre los matorrales de una trocha que conducía a la fuente.
-¡Alto!... ¡Alto todo el mundo! -gritó Iñigo entonces-. Estaba de Dios que había de marcharse.
Y la cabalgata se detuvo, y enmudecieron las trompas, y los lebreles dejaron refunfuñando la pista a la voz de los cazadores.
En aquel momento, se reunía a la comitiva el héroe de la fiesta, Fernando de Argensola, el primogénito de Almenar.
-¿Qué haces? -exclamó, dirigiéndose a su montero, y en tanto, ya se pintaba el asombro en sus facciones, ya ardía la cólera en sus ojos-. ¿Qué haces, imbécil? Ves que la pieza está herida, que es la primera que cae por mi mano, y abandonas el rastro y la dejas perder para que vaya a morir en el fondo del bosque. ¿Crees acaso que he venido a matar ciervos para festines de lobos?
-Señor -murmuró Iñigo entre dientes-, es imposible pasar de este punto.
-¡Imposible! ¿Y por qué?
-Porque esa trocha -prosiguió el montero- conduce a la fuente de los Alamos: la fuente de los Alamos, en cuyas aguas habita un espíritu del mal. El que osa enturbiar su corriente paga caro su atrevimiento. Ya la res, habrá salvado sus márgenes. ¿Cómo la salvaréis vos sin atraer sobre vuestra cabeza alguna calamidad horrible? Los cazadores somos reyes del Moncayo, pero reyes que pagan un tributo. Fiera que se refugia en esta fuente misteriosa, pieza perdida.
-¡Pieza perdida! Primero perderé yo el señorío de mis padres, y primero perderé el ánima en manos de Satanás, que permitir que se me escape ese ciervo, el único que ha herido mi venablo, la primicia de mis excursiones de cazador... ¿Lo ves?... ¿Lo ves?... Aún se distingue a intervalos desde aquí; las piernas le fallan, su carrera se acorta; déjame..., déjame; suelta esa brida o te revuelvo en el polvo... ¿Quién sabe si no le daré lugar para que llegue a la fuente? Y si llegase, al diablo ella, su limpidez y sus habitadores. ¡Sus, Relámpago!; ¡sus, caballo mío! Si lo alcanzas, mando engarzar los diamantes de mi joyel en tu serreta de oro.
Caballo y jinete partieron como un huracán. Iñigo los siguió con la vista hasta que se perdieron en la maleza; después volvió los ojos en derredor suyo; todos, como él, permanecían inmóviles y consternados.
El montero exclamó al fin:
-Señores, vosotros lo habéis visto; me he expuesto a morir entre los pies de su caballo por detenerlo. Yo he cumplido con mi deber. Con el diablo no sirven valentías. Hasta aquí llega el montero con su ballesta; de aquí en adelante, que pruebe a pasar el capellán con su hisopo.


II
-Tenéis la color quebrada; andáis mustio y sombrío. ¿Qué os sucede? Desde el día, que yo siempre tendré por funesto, en que llegasteis a la fuente de los Alamos, en pos de la res herida, diríase que una mala bruja os ha encanijado con sus hechizos. Ya no vais a los montes precedido de la ruidosa jauría, ni el clamor de vuestras trompas despierta sus ecos. Sólo con esas cavilaciones que os persiguen, todas las mañanas tomáis la ballesta para enderezaros a la espesura y permanecer en ella hasta que el sol se esconde. Y cuando la noche oscurece y volvéis pálido y fatigado al castillo, en valde busco en la bandolera los despojos de la caza. ¿Qué os ocupa tan largas horas lejos de los que más os quieren?
Mientras Iñigo hablaba, Fernando, absorto en sus ideas, sacaba maquinalmente astillas de su escaño de ébano con un cuchillo de monte.
Después de un largo silencio, que sólo interrumpía el chirrido de la hoja al resbalar sobre la pulimentada madera, el joven exclamó, dirigiéndose a su servidor, como si no hubiera escuchado una sola de sus palabras:
-Iñigo, tú que eres viejo, tú que conoces las guaridas del Moncayo, que has vivido en sus faldas persiguiendo a las fieras, y en tus errantes excursiones de cazador subiste más de una vez a su cumbre, dime: ¿has encontrado, por acaso, una mujer que vive entre sus rocas?
-¡Una mujer! -exclamó el montero con asombro y mirándole de hito en hito.
-Sí -dijo el joven-, es una cosa extraña lo que me sucede, muy extraña... Creí poder guardar ese secreto eternamente, pero ya no es posible; rebosa en mi corazón y asoma a mi semblante. Voy, pues, a revelártelo... Tú me ayudarás a desvanecer el misterio que envuelve a esa criatura que, al parecer, sólo para mí existe, pues nadie la conoce, ni la ha visto, ni puede dame razón de ella.
El montero, sin despegar los labios, arrastró su banquillo hasta colocarse junto al escaño de su señor, del que no apartaba un punto los espantados ojos... Este, después de coordinar sus ideas, prosiguió así:
-Desde el día en que, a pesar de sus funestas predicciones, llegué a la fuente de los Alamos, y, atravesando sus aguas, recobré el ciervo que vuestra superstición hubiera dejado huir, se llenó mi alma del deseo de soledad.
Tú no conoces aquel sitio. Mira: la fuente brota escondida en el seno de una peña, y cae, resbalándose gota a gota, por entre las verdes y flotantes hojas de las plantas que crecen al borde de su cuna. Aquellas gotas, que al desprenderse brillan como puntos de oro y suenan como las notas de un instrumento, se reúnen entre los céspedes y, susurrando, susurrando, con un ruido semejante al de las abejas que zumban en torno a las flores, se alejan por entre las arenas y forman un cauce, y luchan con los obstáculos que se oponen a su camino, y se repliegan sobre sí mismas, saltan, y huyen, y corren, unas veces, con risas; otras, con suspiros, hasta caer en un lago. En el lago caen con un rumor indescriptible. Lamentos, palabras, nombres, cantares, yo no sé lo que he oído en aquel rumor cuando me he sentado solo y febril sobre el peñasco a cuyos pies saltan las aguas de la fuente misteriosa, Para estancarse en una balsa profunda cuya inmóvil superficie apenas riza el viento de la tarde.
Todo allí es grande. La soledad, con sus mil rumores desconocidos, vive en aquellos lugares y embriaga el espíritu en su inefable melancolía. En las plateadas hojas de los álamos, en los huecos de las peñas, en las ondas del agua, parece que nos hablan los invisibles espíritus de la Naturaleza, que reconocen un hermano en el inmortal espíritu del hombre.
Cuando al despuntar la mañana me veías tomar la ballesta y dirigirme al monte, no fue nunca para perderme entre sus matorrales en pos de la caza, no; iba a sentarme al borde de la fuente, a buscar en sus ondas... no sé qué, ¡una locura! El día en que saltó sobre ella mi Relámpago, creí haber visto brillar en su fondo una cosa extraña.., muy extraña..: los ojos de una mujer.
Tal vez sería un rayo de sol que serpenteó fugitivo entre su espuma; tal vez sería una de esas flores que flotan entre las algas de su seno y cuyos cálices parecen esmeraldas...; no sé; yo creí ver una mirada que se clavó en la mía, una mirada que encendió en mi pecho un deseo absurdo, irrealizable: el de encontrar una persona con unos ojos como aquellos. En su busca fui un día y otro a aquel sitio.
Por último, una tarde... yo me creí juguete de un sueño...; pero no, es verdad; le he hablado ya muchas veces como te hablo a ti ahora...; una tarde encontré sentada en mi puesto, vestida con unas ropas que llegaban hasta las aguas y flotaban sobre su haz, una mujer hermosa sobre toda ponderación. Sus cabellos eran como el oro; sus pestañas brillaban como hilos de luz, y entre las pestañas volteaban inquietas unas pupilas que yo había visto..., sí, porque los ojos de aquella mujer eran los ojos que yo tenía clavados en la mente, unos ojos de un color imposible, unos ojos...
-¡Verdes! -exclamó Iñigo con un acento de profundo terror e incorporándose de un golpe en su asiento.
Fernando lo miró a su vez como asombrado de que concluyese lo que iba a decir, y le preguntó con una mezcla de ansiedad y de alegría:
-¿La conoces?
-¡Oh, no! -dijo el montero-. ¡Líbreme Dios de conocerla! Pero mis padres, al prohibirme llegar hasta estos lugares, me dijeron mil veces que el espíritu, trasgo, demonio o mujer que habita en sus aguas tiene los ojos de ese color. Yo os conjuro por lo que más améis en la tierra a no volver a la fuente de los álamos. Un día u otro os alcanzará su venganza y expiaréis, muriendo, el delito de haber encenagado sus ondas.
-¡Por lo que más amo! -murmuró el joven con una triste sonrisa.
-Sí -prosiguió el anciano-; por vuestros padres, por vuestros deudos, por las lágrimas de la que el Cielo destina para vuestra esposa, por las de un servidor, que os ha visto nacer.
-¿Sabes tú lo que más amo en el mundo? ¿Sabes tú por qué daría yo el amor de mi padre, los besos de la que me dio la vida y todo el cariño que pueden atesorar todas las mujeres de la tierra? Por una mirada, por una sola mirada de esos ojos... ¡Mira cómo podré dejar yo de buscarlos!
Dijo Fernando estas palabras con tal acento, que la lágrima que temblaba en los párpados de Iñigo se resbaló silenciosa por su mejilla, mientras exclamó con acento sombrío:
-¡Cúmplase la voluntad del Cielo!


III
-¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu patria? ¿En dónde habitas? Yo vengo un día y otro en tu busca, y ni veo el corcel que te trae a estos lugares ni a los servidores que conducen tu litera. Rompe de una vez el misterioso velo en que te envuelves como en una noche profunda. Yo te amo, y, noble o villana, seré tuyo, tuyo siempre.
El sol había traspuesto la cumbre del monte; las sombras bajaban a grandes pasos por su falda; la brisa gemía entre los álamos de la fuente, y la niebla, elevándose poco a poco de la superficie del lago, comenzaba a envolver las rocas de su margen.
Sobre una de estas rocas, sobre la que parecía próxima a desplomarse en el fondo de las aguas, en cuya superficie se retrataba, temblando, el primogénito Almenar, de rodillas a los pies de su misteriosa amante, procuraba en vano arrancarle el secreto de su existencia.
Ella era hermosa, hermosa y pálida como una estatua de alabastro. Y uno de sus rizos caía sobre sus hombros, deslizándose entre los pliegues del velo como un rayo de sol que atraviesa las nubes, y en el cerco de sus pestañas rubias brillaban sus pupilas como dos esmeraldas sujetas en una joya de oro.
Cuando el joven acabó de hablarle, sus labios se removieron como para pronunciar algunas palabras; pero exhalaron un suspiro, un suspiro débil, doliente, como el de la ligera onda que empuja una brisa al morir entre los juncos.
-¡No me respondes! -exclamó Fernando al ver burlada su esperanza-. ¿Querrás que dé crédito a lo que de ti me han dicho? ¡Oh, no!... Háblame; yo quiero saber si me amas; yo quiero saber si puedo amarte, si eres una mujer...
-O un demonio... ¿Y si lo fuese?
El joven vaciló un instante; un sudor frío corrió por sus miembros; sus pupilas se dilataron al fijarse con más intensidad en las de aquella mujer, y fascinado por su brillo fosfórico, demente casi, exclamó en un arrebato de amor:
-Si lo fueses.:., te amaría..., te amaría como te amo ahora, como es mi destino amarte, hasta más allá de esta vida, si hay algo más de ella.
-Fernando -dijo la hermosa entonces con una voz semejante a una música-, yo te amo más aún que tú me amas; yo, que desciendo hasta un mortal siendo un espíritu puro. No soy una mujer como las que existen en la Tierra; soy una mujer digna de ti, que eres superior a los demás hombres. Yo vivo en el fondo de estas aguas, incorpórea como ellas, fugaz y transparente: hablo con sus rumores y ondulo con sus pliegues. Yo no castigo al que osa turbar la fuente donde moro; antes lo premio con mi amor, como a un mortal superior a las supersticiones del vulgo, como a un amante capaz de comprender mi caso extraño y misterioso.
Mientras ella hablaba así, el joven absorto en la contemplación de su fantástica hermosura, atraído como por una fuerza desconocida, se aproximaba más y más al borde de la roca.
La mujer de los ojos verdes prosiguió así:
-¿Ves, ves el límpido fondo de este lago? ¿Ves esas plantas de largas y verdes hojas que se agitan en su fondo?... Ellas nos darán un lecho de esmeraldas y corales..., y yo..., yo te daré una felicidad sin nombre, esa felicidad que has soñado en tus horas de delirio y que no puede ofrecerte nadie... Ven; la niebla del lago flota sobre nuestras frentes como un pabellón de lino...; las ondas nos llaman con sus voces incomprensibles; el viento empieza entre los álamos sus himnos de amor; ven..., ven.
La noche comenzaba a extender sus sombras; la luna rielaba en la superficie del lago; la niebla se arremolinaba al soplo del aire, y los ojos verdes brillaban en la oscuridad como los fuegos fatuos que corren sobre el haz de las aguas infectas... Ven, ven... Estas palabras zumbaban en los oídos de Fernando como un conjuro. Ven... y la mujer misteriosa lo llamaba al borde del abismo donde estaba suspendida, y parecía ofrecerle un beso..., un beso...
Fernando dio un paso hacía ella..., otro..., y sintió unos brazos delgados y flexibles que se liaban a su cuello, y una sensación fría en sus labios ardorosos, un beso de nieve..., y vaciló..., y perdió pie, y cayó al agua con un rumor sordo y lúgubre.
Las aguas saltaron en chispas de luz y se cerraron sobre su cuerpo, y sus círculos de plata fueron ensanchándose, ensanchándose hasta expirar en las orillas.


...Peregrina de las Estrellas...

La Ley del Talión




La ley del talión


[Cuento. Texto completo]



Marqués de Sade



Un honesto burgués de la Picardía, descendiente tal vez de uno de aquellos ilustres trovadores de las riberas del Oise o del Somme, cuya olvidada existencia acaba de ser rescatada de las tinieblas apenas hace diez o doce años por un gran escritor de este siglo; un burgués bueno y honrado, repito, vivía en la ciudad de San Quintín, tan célebre por los grandes hombres que ha dado a la literatura, y vivían allí honradamente él, su mujer y una prima en tercer grado, religiosa en un convento de la ciudad. La prima en tercer grado era una muchacha morena, de ojos vivaces, nariz respingona y esbelto talle. Fastidiada por tener veintidós años y por ser religiosa desde hacía ya cuatro, la hermana Petronila, pues ese era su nombre, poseía además una bonita voz y mucho más temperamento que religión. En cuanto a Esclaponville, que así se llamaba nuestro burgués, era un joven gordinflón de unos veintiocho años a quien por encima de todo le gustaba su prima y no tanto, ni muchísimo menos, la señora de Esclaponville, pues venía acostándose con ella desde hacía ya diez años y un hábito de diez años resulta verdaderamente funesto para el fuego del himeneo. La señora de Esclaponville -hay que hacer su descripción, pues, ¿qué ocurriría si no cuidásemos las descripciones en un siglo en el que sólo hay demanda de cuadros, en el que incluso una tragedia puede no ser aceptada si los vendedores de telones no ven en ella seis cambios de decorado, por lo menos-; la señora de Esclaponville, repito, era una rubianca algo insípida pero blanca como la nieve, con unos ojos bastante bonitos, algo entrada en carnes y con esos mofletes que se suelen atribuir a una buena vida.
Hasta el momento en que nos hallamos, la señora de Esclaponville ignoraba que pudiera existir una forma de vengarse de un esposo infiel. Prudente como su madre, que había vivido ochenta y tres años con el mismo hombre sin haberle sido infiel jamás, era todavía tan ingenua y tan candorosa que no podía ni siquiera sospechar ese espantoso crimen que los casuistas han denominado adulterio y que los sofisticados, que todo lo suavizan, han calificado simplemente de galantería. Pero una mujer traicionada pronto recibe consejos de venganza de su resentimiento, y como nadie quiere quedarse a la zaga, en seguida que se le presenta la ocasión no hay cosa alguna que la arredre para que nada le puedan reprochar. La señora de Esclaponville se enteró, al fin, de que su querido esposo visitaba con excesiva frecuencia a la prima en tercer grado; el demonio de los celos se apodera de su alma, acecha, se informa y acaba por descubrir que hay muy pocas cosas en San Quintín tan probadas como los amoríos de su esposo y de sor Petronila. Segura de su efecto, la señora de Esclaponville declara finalmente a su marido que la conducta que observa la desgarra el alma; que ella nunca ha merecido un comportamiento semejante, y le ruega que no siga haciendo de las suyas.
-¿De las mías? -le contesta flemáticamente su marido- ¿No sabes, amiga mía, que acostándome con mi prima la religiosa gano mi salvación? Con una intriga tan santa el alma queda limpia; es como identificarse con el Ser supremo; es como si el Espíritu Santo tomara cuerpo dentro de uno mismo. No puede haber ningún pecado, mujer, con personas consagradas a Dios; purifican todo lo que se hace con ellas, y frecuentarlas suele despejar el camino hacia la beatitud celestial.
La señora de Esclaponville; no muy satisfecha del éxito de su amonestación, no despegó los labios, pero jura en su fuero interno que ya sabrá encontrar alguna forma de elocuencia más persuasiva... Lo malo de esto es que las mujeres siempre encuentran lo que buscan: por poco atractivas que sean, no tienen más que invocarlos y los vengadores les llueven por todas partes.
En la ciudad vivía cierto vicario de parroquia al que llamaban el padre Bosquet, un buen mozo de unos treinta años que andaba detrás de todas las mujeres y que estaba haciendo un bosque con las frentes de todos los maridos de San Quintín. La señora de Esclaponville corrió al vicario; como es inevitable, el vicario conoció a su vez a la señora de Esclaponville y los dos llegaron a conocerse tan a fondo que ambos hubieran podido pintar un retrato de cuerpo entero del otro sin temor a la más pequeña equivocación. Al cabo de un mes todos acudieron a felicitar al bueno de Esclaponville, que se jactaba de ser el único que había escapado a las temibles galanterías del vicario y de poseer la única frente aún no mancillada por aquel granuja.
-Eso no puede ser -contesta Esclaponville a quienes se lo contaban-, mi mujer es tan virtuosa como una Lucrecia, no lo creería aunque me lo repitieran mil veces.
-Entonces, ven -le dice uno de los amigos-, ven y haré que te convenzas con tus propios ojos y luego ya veremos si sigues dudándolo.
Esclaponville se deja llevar y su amigo le conduce a un paraje solitario, a una media legua de la ciudad, donde el Somme, encajonado entre dos arboledas frescas y cubiertas de flores, invita a los habitantes de la ciudad a un delicioso baile; pero como la cita era a una hora en la que por lo general nadie se está bañando todavía, nuestro infortunado esposo apura el amargo trago de ver cómo aparece primero su virtuosa mujer y acto seguido su rival sin que nadie venga a estorbarles.
-¿Y qué? -le pregunta su amigo a Esclaponville-, ¿ya te empieza a picar la frente?
-Todavía no -contesta el burgués rascándosela, no obstante, sin darse cuenta-, a lo mejor viene aquí a confesarse.
-Entonces esperemos al desenlace -responde su amigo.
No tuvieron que esperar demasiado. Nada más llegar a la deliciosa sombra del oloroso seto, el padre Bosquet se despoja de todo cuanto pudiera constituir un estorbo para los amorosos abrazos que maquina y pone manos a la obra santamente para elevar, quizá ya por trigésima vez, al bueno y honrado de Esclaponville a la altura de los restantes maridos de la ciudad.
-Y bien, ¿ahora lo crees? -le pregunta el amigo.
-Volvamos -responde agriamente Esclaponville- porque a fuerza de creerlo podría muy bien matar a ese maldito cura y me harían pagarlo más caro de lo que vale; volvamos, amigo mío, y guardadme el secreto, os lo ruego.
Sumido en la mayor turbación, Esclaponville regresa a su casa y su beatífica esposa aparece poco después para comer en su casta compañía.
-¡Un momento! -exclama el burgués, furioso-. Mujer, siendo aún un niño juré a mi padre que nunca me sentaría a la mesa con prostitutas.
-¿Con prostitutas? -le contesta beatíficamente la señora de Esclaponville-. Amigo mío, vuestras palabras me asombran, ¿es que tenéis acaso algo que reprocharme?
-¡Pero cómo, carroña! ¿Que si tengo algo que reprocharos? ¿Qué es lo que habéis ido a hacer esta tarde a los baños con nuestro vicario?
-¡Oh, Dios mío! -responde la dulce esposa-. ¿Sólo es eso? ¿Eso es todo lo que tienes que decirme?
-¡Cómo, diablos, que si es eso todo...!
-Pero, amigo mío, yo he seguido vuestros consejos. ¿No me dijisteis que no había nada de malo en acostarse con gente de la Iglesia, que el alma se purificaba con una intriga tan santa, que era como identificarse con el Ser supremo, hacer que el Espíritu Santo entrara dentro de uno y abrirse; en una palabra, el camino de la beatitud celestial...? Pues bien, hijo mío, yo no he hecho más que lo que me indicasteis, por lo que soy una santa y no una ramera. ¡Ah!, y os añado que si alguna de esas almas elegidas de Dios tiene medios para abrir, como vos decíais, el camino de la beatitud celestial, tiene que ser, sin duda, la del señor vicario, pues yo no había visto nunca una llave tan grande.



FIN

domingo, 17 de junio de 2007

Opening "The L word"




Chicas en vestidos ajustados que se disfrazan con bigotes.
Chicas conduciendo rápido en las noticias, con grandes títulos.


Mujeres que anhelan, aman, extrañan, mujeres que dan.

Esta es la forma, es la forma en la que vivimos...


Hablando, riendo, amando, respirando, peleando, follando,
llorando, bebiendo, montando, ganando, perdiendo, engañando, besando, pensando, soñando.
Ésta es la forma, es la forma en la que vivimos.....

Es la forma en la que vivimos.....y amamos...




...Peregrina de las Estrellas...

sábado, 9 de junio de 2007

LA INTERNACIONAL


Del pasado hay que hacer añicos,


Legión esclava, ¡en pie, a vencer!


El mundo va a cambiar de base,


Los nada de hoy, todo han de ser.



Agrupémonos todos en la lucha final.


El género humano, es la Internacional.


Agrupémonos todos en la lucha final.


El género humano, es la Internacional.



Ni en dioses, reyes ni tribunos


Está el supremo salvador.


Nosotros mismos realicemos


El esfuerzo redentor.



Para hacer que el tirano caiga


Y al mundo siervo liberar,


Soplemos la potente fragua


Que al hombre libre ha de forjar.



Agrupémonos todos en la lucha final.


El género humano, es la Internacional.


Agrupémonos todos en la lucha final.


El género humano, es la Internacional.



La ley nos burla, y el Estado


Oprime y sangra al productor.


Nos da derechos irrisorios,


No hay deberes del señor.



¡Basta ya de tutela odiosa!


Que la igualdad ley ha de ser.


No más deberes sin derechos,


Ningún derecho sin deber.



Agrupémonos todos en la lucha final.


El género humano, es la Internacional.


Agrupémonos todos en la lucha final.


El género humano, es la Internacional.



...Peregrina de las Estrellas...


Amor


EL AMOR ES UNA PUTA CON FALDA CORTA Y TACON DE AGUJA.


...Peregrina de las Estrellas...

viernes, 8 de junio de 2007

Devil came to me (Dover)



Devil came to me
And he said: I Know what you need
Devil came to me
And he said you just follow me
This is the end but I'm not surprised
You will burn in hell
Do you know why?
Devil came to me
And he said: I Know what you need
Devil came to me
And he said: you belong to me
This is the end but I'm not surprised
You will burn in hell
Do you know why?
I lied for you, I lied for you
I lied for you, I lied for you
The moon was red and night became my friend
But the stars were evil
And they said: like you were
The moon was red and night became my friend
But the stars were evil
And they said: hey, like you were
This is just the end
You will burn in hell tell us if you're scared
Devil came to me
And he said: I know what you need
Devil came to me
And he said: what you need it's me
This is the end but I'm not surprised
You will burn in hell
Do you know why?
The moon was red and night became my friend
But the stars were evil
And they said: hey, like you were
This is just the end
You will burn in hell tell us if you're scared
Everybody say now I will take the lessons
That I forgot to learn at school
And they go like: everybody say you deserve what you get
But oh! No, I didn't mean to hurt
I lied for you, I lied for you
I lied for you, I lied for you
The moon was red and night became my friend
But the stars were evil
And they said: like you were
The moon was red and night became my friend
But the stars were evil
And they said: hey, like you were
This is just the end
You will burn in hell tell us if you're scared.


...Peregrina de las Estrellas...



lunes, 4 de junio de 2007

Viejas promesas




Huyo con drogas,

mato con la mirada,

quiero con el alma,

miento con la cabeza.

Hago todo esto cuando estoy contigo,

porque sin ti nada tiene sentido,

huyo de mi contigo,

para buscarte en aquel río,

mataría por un beso más tuyo,

me mataría si no estas conmigo más tiempo por el tiempo para el tiempo,

que estoy sin ti y no aguanto más mí mirada en este espejo.

que me mira con desdeño, con vergüenza.

Y ¿qué hago ahora yo sin ti?

Y ¿qué siento yo ahora sin ti?

No me quedan más fuerzas, viejas promesas de no huir.


...Peregrina de las Estrellas...

Perdiendo la esperanza




Despierta, atenta contra mi alma grita te odio.

Ausente de mí querer te pierdo sin luchar, sin amarme.

Grita, grítame….haz algo ¡por dios!

No te alejes sin mirarme a la cara,

No me dejes sola sin mi alma, que se va contigo, que huye contigo.

Aléjame de esta desesperanza que me mata, que me atrapa.

Ven a mi no huyas por favor ámame, quiéreme, siénteme, abrázame…pero no te vallas.

Por favor, por favor, ven a mí, no huyas, por favor…..no me mates.


....Peregrina de las Estrellas...

OTOÑO



Llego el otoño con finas gotas de lluvia
recalando en mi rostro.
Mientras, observo el paso de las nubes
tan lentas, como el paso de mi infancia.

Árboles que tejen su propia manta con sus propias almas.
Almas que caen
sobre otras almas.
Hojas secas y muertas.
Un árbol que abriga del frió su propio espíritu.

Almas bailando al sonido del viento.
Almas que se desplazan y giran
hasta llegar al suelo.
Ocupando su sitio
en esa suave manta.

Duendes y hadas
sentados sobre los bancos de un parque.
Ocultando sus besos
detrás de un paraguas.
Haciéndose promesas de un amor eterno.
Haciendo sueños de un otoño.

Y yo, paseando en soledad
sintiendo esas pequeñas gotas de otoño
yendo al encuentro de mi árbol.
Un árbol grande con su manto preparado.
Allí me tumbo y me acurruco.
Entre esas almas, que no hace mucho tiempo estaban vivas
ofreciéndome sombra y cobijo

Aquí me duermo yo también.
Aquí me muero
Entre estas almas secas y muertas
Dejando que mi alma
también baile al sonido del viento.
Aquí me muero
A la espera del renacer
de las almas de mi árbol.


...Peregrina de las Estrellas...

No soy una borrega….




Sigo aquí sin ti,

abrazos que no tengo hoy,

que necesito como niña perdida en el infinito de este mar,

de este trono que me agencié lleno de soledad.

Y sigo aquí sin ti,

vacíos llenan el espacio que recorro con la mirada,

desprecios llegan de la calle,

palizas desde sus lenguas,

camino hostil que me tocó vivir,

ciudad maldita en una región podrida,

marionetas sin sentido que todo sintieron pero que ahora ya no sienten nada,

¡y yo no quiero ser así!,

¡yo quiero luchar!,

¡pero no quiero morir solo por vivir, solo por no fingir!,

¡menudos hijos de puta!,

se creen dueños de nosotras solo por tener algo entre las piernas,

su falo les domina, lo divinifican,

son unos perros,

esclavos y unos bastardos,

se creen los amos mas yo digo ¡NO!....les va obedecer su puta madre.

...Peregrina de las Estrellas...

…pensamientos…




Vuelo en este infinito de mares sin saber a donde ir.

Camino en esta tierra infectada de mediocridad y no se a donde dirigir mi mirada.

Nado por este aire pútrido de insultos dirigido a las que aman como yo,

y no me tapo los oídos.

Soy fuego para ellos porque no son capaces de alimentarse de mi fuerza vital,

soy un parasito para ellos porque no consiguen sacar nada de mi,

soy su látigo de siete puntas,

su conciencia,

su moral en tiempos de tempestad,

la gloria que anhelo alcanzar por sus artimañas truncada esta,

mi alma desea ya descansar…..¿quien cumplirá mi destino entonces por mi?,

soy princesa entre reyes,

princesa que trae su ira para vengarse de sus lenguas,

mi ira será mi acicate.


...Peregrina de Estrellas...

LA DESTRUCCIÓN


Charles Baudelaire

El demonio a mi lado acecha en tentaciones;
como un aire impalpable lo siento en torno mío;
lo respiro, lo siento quemando mis pulmones
de un culpable deseo con que, en vano, porfío.

Toma a veces la forma, sabiendo que amo el arte,
de la más seductora de todas las mujeres;
con pretextos y antojos que no hecho a mala parte
acostumbra mis labios a nefandos placeres.

Cada vez más, me aleja de la dulce mirada
de Dios, dejando mi alma jadeante, fatigada
en medio de las negras llanuras del hastío.

Y pone ante mis ojos. llenos de confesiones,
heridas entreabiertas, espantosas visiones...
la destrucción preside este corazón mío.


...Peregrina de las Estrellas...

Si olvidas…pierdes.







Seré siempre esa niña que nunca supo de ti más de lo que me dijeron las voces,

siempre huyendo,

siempre vagando,

siempre llorando,

pensando en lo que nunca fui,

en lo que nunca seré,

mi sangre desparramada en una copa de cristal,

mientras ellos beben de ella y se llevan consigo mis ilusiones,

mis esperanzas,

mi fuerza vital.

Y tu nunca dijiste nada,

y tu nunca luchaste,

me mentiste diciendo que volverías,

diciendo que siempre me amarías,

y tu lengua mintió,

y mi alma se corrompió,

siguiendo la estela de la desesperación,

porque tu fuiste quien me asigno esta soledad que me estrangula,

esta miseria de vida,

este duelo conmigo misma,

por tu culpa……..¿Por qué nunca me dijiste adiós?

¿por qué vuelve tu alma a echarme en cara que intenté olvidarte?

¿Por qué jamás me dijiste que me amabas cuando era así?

Te odio.



...Peregrina de las Estrellas...



sábado, 2 de junio de 2007

Hoy……..




Hubo un tiempo en el que soñar no estaba prohibido,

en el que volar era la sazón de cada día,

vivir,

soñar y volar.

Hoy hasta por respirar te cobran,

tus pensamientos,

el beber el agua del grifo,

escribir,

amar,

andar por la ciudad,

hablar ,

repartir octavillas,

proclamar tu libertad.

Yo que soy la Peregrina de las Estrellas,

me estoy quedando sola,

y en mi soledad no hago más que lamentar,

se que me aman pero no se si corresponder,

no se si descansar,

no se si poseer.

Yo que fui Vanidad y Respeto,

yo que soñé con alcanzar la gloria,

que me dejé envolver por las Grandes Glorias,

por mis Ídolos de barro,

yo que admiro y amo a diversos mundos paralelos.

Hoy me dejo llevar por la extraña melancolía de los brazos,

la boca susurrante e incesante…de la muerte.

Hoy me dejo yacer en una cama y postrada en ella mi vida se va.

Hoy mis amigas,

mis amantes,

mi novia,

mis colegas,

mi tiempo,

mis poesías,

mis novelas de ciencia ficción,

de terror,

mis creaciones,

mis estrellas crueles y tililantes,

hoy todas ellas lloran por mi.


...Peregrina de las Estrellas...

…..Viajes…..



Viajar por ti es lo que anhelo,

soñar contigo es mi esperanza,

hacerte el amor lento,

besarte por la espalda,

ser tuya,

ser infinita,

llenarme de ti y saciarme.

Mi amor,

mi sueño,

mi simple contrapunto.

Si esta distancia no fuera tan cruel,

si este miedo a que seas de otras no me mata,

si tu vida complementa la mía,

tu y yo,

yo y tu,

podríamos hacer realidad este viaje que nos lleva a nuestro interior,

para ser felices,

para ser puras,

para simplemente ser.

...Peregrina de las Estrellas...

Quiero….Quizá



Quiero ver las nubes viajar dentro de miles de años en el futuro,

quiero que se me recuerde por todo lo que escribí,

quiero ver ese mundo ficticio y no llorar por el pasado,

quiero saber si no será en vano mi vida, si esto que tengo tú lo recordaras,

quiero saber de qué forma me amas,

si estarías dispuesta a romper esta soledad que me encierra,

y parar de vagar y divagar,

quiero saber si yo estoy dispuesta a cambiar,

quiero saber que es lo que pasa por la mente de mi madre,

quisiera saber por que me aduláis cuando yo me desprecio,

quisiera saber qué soy yo para el mundo,

quisiera saber qué soy yo en realidad,

si solo soy frenesí,

ilusión o una ficción como la vida para Segismundo,

o si solo soy algo que estudiar y diseccionar para la ciencia,

o un cuerpo y una mente que explotar por bien de una sociedad que aborrezco.

Quizá no quiero saber las respuestas a estas mis incógnitas,

quizá me encante vagar y divagar,

el no saber que piensas,

mi soledad y mi mutismo ante ciertas preguntas,

quizá no quiero cambiar por nadie y menos por ti,

quizá ya no ame ni me ame,

quizá la solución sea dejarme ir.

...Peregrina de las Estrellas...

viernes, 1 de junio de 2007

Cadencia…





Tengo el alma en un puño y quiero destruirla,

tengo mi conciencia rodeada de monstruos y no quiero que salga viva,

tengo mi esperanza herida de incertidumbre,

tengo la mirada turbia,

tengo la boca seca,

tengo los ojos llenos de lagrimas,

tengo la mente borracha de imágenes sin sentido,

tengo el cuerpo cansado de luchar contra el olvido.

Cadencia infinita de gemidos,

rutina envuelta en sin sentido,

y si tu conjuras a que te ame,

yo escupo y maldigo,

por la suerte de no poder describir lo que mis sentidos,

huelen,

oyen,

sienten,

saborean y que tanto desprecian,

vivo en una cárcel que no comprendo por qué se me asigno al nacer,

siento cada noche,

cada hora,

cada minuto,

cada segundo,

sus lenguas mordaces contra mi mente,

y yo soy una cobarde que no sabe de nada,

soy un monstruo que no sabe de amor,

que se deja pegar y mancillar,

que solo sabe de muerte,

de su muerte.


.......Peregrina de las Estrellas.........

Ángel




Ángel herido, ¿Por qué destrozas tu nido?, ¿Por qué quieres caer en el olvido?

Ángel oscuro que llenas mis oídos no huyas de mi,

dame esa sangre,

sangre de vida,

sangre de esperanza,

sangre de odio consumido,

Ángel ¿Qué se siente al perder las alas?,

Ángel muerto por la espada de Longinos,

¿Qué se siente al ser un Dios?,

¿Por qué me das ahora tu espalda?,

¿Por qué ahora que te anhelo tanto te escondes de mi mirada?

Dices que ahora yo estoy tan condenada como tu,

¿Cómo puede ser eso si ayer me amabas?,

¿es que mi rostro no es el mismo?,

¿es que mi alma no es la misma?,

¿es que mis labios no son los mismos?.....por respuestas el abismo.


.....Peregrina de las Estrellas....

Nubes




Vago por las nubes,

por encima de sus pies,

por debajo de los sueños de aquellos que han muerto ya.


Camino por sendas cruzadas,

almas truncadas,

que ya no escuchan nada.


Una rosa me regalaste una vez,

su tallo roto,

seco está,

sus hojas deshojadas quedaron,

por tu lengua mordaz,

acabada esta ya.


Mundo de pies y sueños,

rodean la rosa deshojada en este vagar por las nubes.


...Peregrina de las Estrellas...

Para Cristina



Miradas en el vacío,

te quieros sin sonido,

abrazos que no olvido.

Letras que admiro,

pensando en ti todo el día escribo,

queriendo sacarte de mi corazón te admiro.



...Peregrina de las Estrellas...